El diagnóstico precoz de un síndrome de intolerancia o de un estado subclínico de inflamación crónica generada por un injerto no funcionante es uno de los pilares básicos que debe llevar al nefrólogo a tomar una serie de medidas encaminadas a paliar esta situación. La presencia de fiebre que no puede atribuirse a un proceso infeccioso subyacente, hematuria, dolor o aumento de tamaño del injerto son los principales criterios clínicos para el diagnóstico de un síndrome de intolerancia inmunológica al injerto.
Sin embargo, en muchas ocasiones no existen manifestaciones clínicas y únicamente nos encontramos con un paciente con datos de inflamación crónica, con albúmina baja, PCR elevada y resistencia al tratamiento con agentes estimulantes de la eritropoyesis, que tras la nefrectomía o el tratamiento endovascular se normalizan.
La posibilidad de mantener en el tiempo el tratamiento inmunosupresor tras la entrada en diálisis no es aconsejable, porque, aunque puede ser eficaz para evitar que el paciente desarrolle intolerancia al injerto, se paga un precio muy alto debido al incremento de las infecciones y de los eventos cardiovasculares (fuerza de recomendación A).
La nefrectomía es el tratamiento de elección en el caso de la existencia de determinadas complicaciones, como la presencia de sobreinfección añadida, procesos neoplásicos o un elevado riesgo de rotura del injerto (fuerza de recomendación A).
La cirugía no está exenta de riesgos y se asocia a una considerable tasa de complicaciones, con la consiguiente prolongación de la estancia hospitalaria, por lo que recurrir a procedimientos menos invasivos, como la embolización, puede ser el primer escalón siempre que no existan contraindicaciones, enumeradas en el punto 3 (fuerza de recomendación B).
Es recomendable realizar profilaxis con antibioterapia antes del tratamiento endovascular, para evitar complicaciones infecciosas tras la misma (fuerza de recomendación B).
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