En este artículo se analizan varios vocablos aragoneses registrados en documentación notarial oscense de los siglos XIII y XIV, que nos confirmarían que el aragonés, en la formación de los plurales, era proclive a la apócope de las vocales -o y -e átonas del singular cuando iban precedidas de determinadas consonantes, entre ellas las dentales /t/ y /d/. Tal comportamiento morfo-fonológico hubo de dar al susodicho romance una gran personalidad propia y lo diferenciaría con bastante claridad de otros vecinos. No obstante, a pesar de su más que probable arraigo popular, el fenómeno de la síncopa vocálica en los plurales no fue aceptado en la scripta aragonesa cancilleresca.
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