Quentin Tarantino se transformó en la verdadera estrella de la Mostra más austera en glamour que se recuerda en los últimos años. De programación ecléctica, con una astuta mezcla de cine de género y de línea dura, pasará a la historia como el festival donde Álex de la Iglesia se llevó no uno sino dos premios para nuestro cine.
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