El objetivo de este artículo es doble. Por un lado, destacar el interés del Pr ovincial José de Acosta (1540-1600), SJ, en la doctrina de Juli como laboratorio de experimentación jesuita para la futura evangelización de los indios del Altiplano surandino. Para llevar a cabo la empresa decidió enviar a sus hombres más virtuosos, entre los que destacó el jesuita extr emeño Diego Martínez (1543-1626), SJ, que compartía su labor apostólica y el “modo particular de proceder de la Compañía”. Por el otro, demostrar que dicho interés cuestiona la opinión comúnmente aceptada por algunos historiado- res de que el Virrey Francisco de Toledo (1568-1581) obligó a los jesuitas a residir allí. La férr ea defensa que hizo Acosta de la doctrina de Juli hasta su aceptación a perpetuidad en 1585 revela su importancia para la práctica misional y la pastoral indígena del Alto Perú.
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