En los procelosos mares de internet no es necesario disponer de un bajel de aspecto siniestro y bandera negra para practicar la piratería: un ordenador y una conexión a la red son suficientes. Lo que no está tan claro son las implicaciones legales y morales de una actividad que algunas administraciones están tratando de atajar con medidas desproporcionadas.
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