La prolongada secuencia inicial, todo un homenaje a la cinta póstuma de John Huston, Dublineses (1987), sirve a Guadagnino para adentrarnos en el barroquismo y la opulencia de los Recchi, familia de la alta burguesía industrial de Milán, sobre la que versará su última película Yo soy el amor. Ha llegado el momento de que el patriarca de los Recchi pase el control de la empresa a las nuevas generaciones.
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