Antes de concederse el merecido descanso, consciente de la bondad del trabajo realizado, pero movido, si es lícito decirlo, por el deseo de compartir la hermosura de su propia creación con una realidad capaz de responderle y sacarle así de su soledad infinita, Dios crea, modelándolo sobre su propia figura, al ser humano, varón y mujer, para ponerlo en el centro del universo y hacerle gozar de los frutos de un amor infinito.
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