En general, hay consenso respecto a cómo medir pobreza y desigualdad. Es por ello que existe un grado importante de acuerdo sobre su evolución en el tiempo, tanto en Chile como en la Región Metropolitana. Sin embargo, no existe igual grado de acuerdo respecto a la segregación. No hay una definición clara de qué es segregación ni cómo medirla, ni hay datos validados que permitan ver su evolución en el tiempo. No obstante, la ciudad de Santiago suele ser percibida como una urbe muy segregada y se piensa que ello tiene efectos negativos.
En general, no hay buenos argumentos para concluir que la segregación geográfica es mala per se y sí hay casos en que puede ser neutra o incluso buena. La evidencia en la literatura económica muestra consistentemente dos casos en los cuales sí hay efectos negativos: minorías raciales y pobres.
En el caso de Chile, existe también algo de evidencia de que la segregación residencial tiene efectos negativos en los más pobres. Por esta razón, un análisis relevante para la ciudad de Santiago debiera intentar responder qué tan segregada es la ciudad en términos de ingreso y, especialmente, de pobreza. El objetivo principal de este trabajo es contribuir a responder dicha pregunta. La evidencia empírica que se presenta muestra que la realidad es bastante menos dramática que la percepción que se tiene de Santiago: la ciudad se ha vuelto menos segregada y algunas afirmaciones sobre ella no se ven confirmadas en los datos. La calidad de vida ha mejorado mucho y las diferencias entre comunas en la Región Metropolitana se han reducido en forma significativa. Una excepción importante es el nivel de capital humano, donde hay diferencias importantes. Es por ello que tanto la pobreza como la educación debieran tener mayor prioridad en el debate público que la segregación.
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