Vivimos en una sociedad, cuyos miembros cada vez son más incapaces de resolver sus problemas y conflictos, sin acudir a un tercero, sin judicializar nuestras vidas. En concreto, si miramos a nuestro alrededor, seguro que encontramos a un amigo, vecino o conocido que tiene algún asunto en trámite en el juzgado. Las relaciones de vecinos, los problemas laborales, los conflictos familiares, los de pareja, escolares etc., tarde o temprano acaban siendo judicializados. Y no debemos olvidar que en estos conflictos, las partes intervinientes tienen que seguir relacionándose y conviviendo, incluso después de obtener una resolución judicial que, en muchas ocasiones, no solo no resuelve realmente el conflicto, sino que lo agrava.
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