Las transformaciones sociales, políticas, económicas y tecnológicas que se han producido en los últimos cuarenta años han dado lugar a amplios espacios de bienestar que conviven con profundas brechas de desigualdad. Si queremos que el presente y el futuro de la humanidad se escriba con seres humanos que nacen libres e iguales en dignidad y derechos, hay que pasar de los malestares individuales a crear una conciencia de clase mundial. Hay que propiciar que la libertad, la igualdad y la justicia social, que son valores universales que tienen relativa protección en determinados Estados, obtengan reconocimiento y protección eficaz en todo el planeta.
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