Los primeros gitanos aparecen en Jerez de la Frontera, provincia de Cádiz, sobre mediados del siglo XV y, muy pronto, son bien acogidos por la sociedad jerezana, especialmente por la nobleza y los terratenientes, que los emplean en las labores agrícolas de sus campos, además de dedicarse a trabajos de fragua.
El buen trato dispensado de siempre en Jerez a los gitanos, pese a las reales pragmáticas en contra de los mismos, así como el ejemplar y buen comportamiento por parte de los que se establecen a vivir en esta ciudad de forma definitiva hacen que pronto se establezca una amistosa relación entre la población gitana y los castellanos viejos, los jerezanos autóctonos, sin que jamás se diera la circunstancia, en cinco siglos largos, de un solo choque racial entre ambas comunidades.
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