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Resumen de La Conferencia de Copenhague sobre el Clima y la Declaración Interreligiosa sobre el Cambio Climático: un acercamiento a la aportación de las religiones a la crisis atmosférica

Santiago García Acuña

  • En la Convención de Copenhague sobre el Clima (COP 15) no ha existido la necesaria voluntad política para lograr un acuerdo internacional de alto alcance que afrontase con decisión y hondura, desde la responsabilidad propia de cada país, los graves problemas que amenazan la vida en la Tierra a causa del cambio climático. En los primeros pasos de este Documento de Trabajo se expone este hecho, que es analizado en la segunda parte del trabajo desde la perspectiva y el contenido de la Declaración Interreligiosa sobre el Cambio Climático (2009). Este análisis pone de relieve las carencias pre-políticas que padece la política en la actualidad, y la falta de esta base deja el quehacer político, cuya misión es promover todo bien común de la entera familia humana, bajo el dominio de intereses particulares y espurios. La tercera parte del Documento constituye un acercamiento a acciones concretas y puntos críticos de las tradiciones religiosas de la humanidad respecto del cuidado de la atmósfera y del medio ambiente como contexto de la vida. Las religiones tienen una gran relevancia humana y espiritual en el seno de la humanidad: desde sus creencias y desde su compromiso con los hombres, las tradiciones religiosas se hacen también responsables ante la crisis medioambiental que sufre el planeta como casa común. Para afrontar los efectos del cambio climático en un mundo global e interdependiente, se requiere el diálogo, la cooperación y la solidaridad entre todas las personas, instituciones, pueblos y cosmovisiones. Escuchar, examinar, discernir y aprender la sabiduría de las religiones respecto de la compleja problemática del medio ambiente es una exigencia para la recta razón que busca tanto el bien de todos y cada uno de los hombres como vivir en alianza con la naturaleza.

    Gran parte de los grandes y urgentes problemas que padecemos actualmente los hombres tienen una dimensión global e internacional: afectan a la entera familia humana y reclaman la responsabilidad de todos los que formamos la comunidad mundial. �Así, el problema del equilibrio ecológico, de la protección del ambiente, de los recursos y del clima se han convertido en una preocupación impelente, que interpela a toda la humanidad y cuya solución trasciende ampliamente los ámbitos nacionales�.[1] Se trata de una cuestión en la que está implicada la supervivencia de la especie humana en la Tierra y la conservación de la biodiversidad del planeta. �Los ambientes rigurosos para la vida conservan organismos muy ajustados a sus condiciones�.[2] Por eso, �el calentamiento climático reaviva nuestro sentido de responsabilidad ante el planeta como tal y la especie humana en particular�.[3] La toma de conciencia del alcance planetario de la crisis climática y de la responsabilidad ante ella ha puesto en marcha foros políticos de amplitud universal, que intentan determinar la raíz del problema, poner en marcha programas adecuados para su solución y comprometer a todas las naciones, según la responsabilidad de cada una de ellas, en el cumplimiento de las medidas y los objetivos propuestos para remediar ese mal ecológico. Sin duda alguna, las Conferencias sobre el Cambio Climático auspiciadas por la ONU se han convertido en el foro internacional con mayor resonancia ante el problema del calentamiento global de la Tierra. Muchas son las esperanzas que la comunidad humana ha depositado en estos encuentros mundiales para hacer frente a la degradación ecológica del planeta en conexión con el aumento de las temperaturas.

    La Conferencia de Kioto, con sus luces y con sus sombras, ha sido la expresión concreta durante los últimos años de la asunción conjunta por parte de un número significativo de naciones, aunque aún insuficiente, de la responsabilidad común ante el cuidado y la salvaguardia del medio ambiente. La vigencia del Protocolo de Kiotosobre el cambio climático, que entró en vigor el 16 de febrero de 2005, expira en 2012. Para limitar el calentamiento global del Planeta, el Protocolo de la Convención de Kioto fija como objetivo fundamental la reducción global de las emisiones de gases de efecto invernadero en un 5,2% durante el período comprendido entre los años 2008 y 2012, teniendo como referencia las emisiones del año 1990


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