Estamos en Madrid, calle del General Arrando, en casa de Encarnación López Júlvez, La Argentinita, el gran amor del torero Ignacio Sánchez Mejías. Me ha traído aquí Pepín Bello, tan amigo de todos los poetas del 27 y también del torero con el que tanto convivió en Sevilla cuando el oscense trabajó en la Exposición Iberoamericana de 1929 y luego en la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir.
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