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Adiós al "sheriff": Colombia sin Álvaro Uribe

  • Autores: Guillermo Pérez
  • Localización: Política exterior, ISSN 0213-6856, Vol. 24, Nº 135, 2010, págs. 110-120
  • Idioma: español
  • Texto completo no disponible (Saber más ...)
  • Resumen
    • Con el �no� al referéndum para una segunda reelección presidencial, Colombia ha vuelto a demostrar la solidez de su democracia liberal y sus instituciones. Las elecciones del 30 de mayo serán las primeras protagonizadas por los candidatos y no la guerrilla.

      Colombia es idéntica a sí misma. Fiel a sus pergaminos de país constitucionalista y de leyes, la Corte Constitucional echó por tierra las aspiraciones reeleccionistas de Álvaro Uribe al declarar inconstitucional un referéndum que, de haber sido votado, le habría permitido quedarse hasta 2014. Para algunos tal decisión prueba que es una sólida democracia donde prevalece la separación de poderes, afirmación que debe recibirse con beneficio de inventario, pero en cualquier caso el fallo confirma que Colombia es un caso atípico en el barrio suramericano. Pese a su popularidad, Uribe no pudo conseguir lo que sí consiguieron otros de sus homólogos suramericanos.

      Históricamente en Colombia ha habido más institucionalidad formal que democracia real. Es un país de constituciones y leyes. Ha sido así desde los albores de la república. A uno de los libertadores, al general Francisco de Paula Santander, se le conoció como el �hombre de las leyes�. Así empezó su tradición civilista. El actual presidente de la Corte Constitucional, Mauricio González, afirma con razón que no fue el ideal independentista lo que convocó a las gentes en 1810 sino el deseo de ser gobernados por una autoridad sometida a la Constitución. El propósito de la Junta Suprema, que el 20 de julio de ese año destituyó al virrey y convocó a las provincias a integrar el Congreso General del Reino, era antes que nada redactar y expedir un estatuto constitucional. En dicho congreso se habló de la restitución al trono del �augusto y desgraciado� Fernando VII, pero a condición de que reinase bajo la �dominación constitucional�. Bolívar también topó con lo que consideraba un legalismo excesivo. Arropados por tal legalismo los liberales se opusieron al proyecto constitucional de 1826-28 por considerarlo una monarquía con traje republicano. Si algo ha abundado en Colombia es precisamente leyes.

      La política contemporánea se está volviendo un juego de representaciones teatrales. La ciudadanía está siendo remplazada por una audiencia que participa en la elaboración de las historias que recibe a través de los medios de comunicación. Es un reality show en donde gana quien mayor capacidad tenga para ilusionar a esa audiencia. En Bolivia un indígena llega al poder tras 500 años; en Brasil un sindicalista conquista la presidencia luego de intentarlo cuatro veces; en EE UU un afroamericano entra en la Casa Blanca; en Paraguay un obispo derrota al partido hegemónico. En cada caso hay un relato casi poético fascinante, la ideología parece secundaria.

      ¿Qué relato triunfará? ¿El del discípulo obsecuente que promete continuidad? ¿El del filósofo que derrotará el enjambre de politicastros? ¿El de la primera mujer que alcanzará la presidencia? o ¿el del hijo rebelde que lucha por defender la arrebatada primogenitura? El menú es amplio. En Colombia todo puede pasar, incluso puede no pasar nada.


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