El país que asumirá la Presidencia de turno del Consejo de la UE el próximo año está sumergido en una de las más graves crisis económicas de la UE y en un proceso de fuerte desprestigio de la clase política y de las instituciones democráticas que ha alentado el voto "minoritario" a una nueva formación radical antisistema. Las recién celebradas elecciones generales han acabado con el dominio que el Partido Socialista ejercía desde 2002 y han dado la victoria a un partido de derecha, de confusa ideología nacionalista y populista, que se encuentra en la obligación de realizar drásticos recortes en el gasto público, sometido a la disciplina del Fondo Monetario Internacional. El apoyo electoral que ha recibido se explica más por el descontento con el Partido Socialista que por el apoyo a su programa o su ideología.
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