La figura del silencio administrativo, que se erige en reverso de la obligación legal de la Administración Pública de resolver —expresamente y en todo caso— lo resuelto en el procedimiento administrativo, no puede servir de coartada para dificultar o impedir el acceso del interesado a los recursos, a la tutela jurisdiccional, en tanto aquélla no cumple con ese imperativo legal. En un Estado de Derecho no puede admitirse que una tal transgresión se traduzca en la adquisición, por parte de la Administración, de una posición de ventaja respecto de los ciudadanos, a cuyo servicio se orienta precisamente la entera actividad de dicha organización instrumental del Poder ejecutivo. El instituto del silencio administrativo está previsto para ofrecer una solución a la inactividad de la Administración, pero en ningún caso puede aparecer como una carga para el ciudadano, pues este mecanismo está concebido desde su origen en exclusivo beneficio de éste
The figure of the lay of official response (silencio administrativo) has become the reverse of the legal obligation of the Public Administration in orden to resolve —expressly and in any case— what has been settled in the administrative procedure, and cannot be used as an alibi to make difficult or delay the access of the interested party to the appeals, to the jurisdictional guardianship, until it doesn’t fulfill that legal imperative. Into a State of law cannot be admitted that this transgression can become in the acquisition, by the Administration, of a position of advantage regarding the citizens, to whose service orientates precisely the entire activity of the above mentioned instrumental organization of the executive Power. The institution of the lay of official response is foreseen to offer a solution to the administrative inactivity, but in no case it can appear as a load for the citizen, since this mechanism is conceived from its origin in exclusive benefit of this one
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