El menor y el joven no carecen de capacidad de culpabilidad. Sus dificultades se refieren más bien al control de los impulsos debido a la inmadurez. También es frecuente entre menores el trastorno narcisista de la personalidad. Ambos trastornos tienen un tratamiento orientado a enseñarles cómo actuar respetando a los demás. Lo que debe ser reivindicado en contra de la nociva tendencia a emplear métodos puramente represivos que, lejos de prevenir la violencia juvenil, la exacerban.
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