Para tratar la cuestión de la cientificidad de la filosofía hay que preguntarse primero por la naturaleza de la filosofía. Constatamos primero que filosofar es una forma de pensar recursiva, y en ello es análoga a la matemática: la filosofía contiene la metafilosofía. Lo segundo es que el esquema general de las preguntas filosóficas es: �¿Qué es X?�. Ello, sin embargo, no nos dice gran cosa, pues la historia de la filosofía nos muestra que la variable X puede ser sustituida por prácticamente cualquier cosa. Y entonces es difícil argüir que una disciplina que puede tratar de cualquier cosa tiene un carácter científico. Por su contenido, parecería que la filosofía no puede considerarse como una disciplina científica. Desde un punto de vista metodológico, no obstante, el resultado de nuestra reflexión es distinto: lo característico de cualquier disciplina científica es que procede de un modo riguroso e intersubjetivamente controlable. La (buena) filosofía satisface ambos requisitos metodológicos. Pero, además, hay un modo de entender la actividad filosófica que también por su contenido puede considerarse científico: la concepción genitivista de la filosofía. Según ella, el término �filosofía� debe ir siempre acompañado de un genitivo que denote algún tipo de producto cultural humano (lenguaje, ciencia, religión, moral, etc.). Bajo esa interpretación, la filosofía sería entonces una de las ciencias de la cultura, y por tanto una ciencia en sí misma.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados