El stock se considera, al mismo tiempo, una garantía de que los procesos puedan llevarse a cabo con normalidad (y, por tanto, mantengan elevada su eficiencia) y un coste añadido, debido al valor de los materiales, el espacio que ocupan, las inversiones que requieren, las manipulaciones que precisan, etc. (lo cual afecta negativamente a la eficiencia).
Este dilema se resuelve de forma distinta, de acuerdo con el modelo de gestión de los procesos. En el caso de los enfoques clásicos de gestión, se tiende a buscar una solución de compromiso entre la elevación de la eficiencia y su reducción, tratando de determinar aquel volumen de stock que maximice la eficiencia conjunta. Para los enfoques avanzados, cuyo máximo exponente es el lean management, el stock es intrínsecamente malo (es tratado como «despilfarro»), por lo que se reduce a niveles muy bajos, tratando de minimizar los factores que, con el planteo clásico, lo hacían bueno y deseable.
En este artículo se analizará el verdadero rol del stock y su tratamiento en los distintos modelos de gestión de los procesos.
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