El conflicto acaba con un mundo europeo y romántico, con una mentalidad decimonónica. También hace ochenta y cinco años la clase intelectual española y el pueblo, en general, se colocaban en bandos, forjando una opinión pública inocente en medio de un ambiente romántico y distendido, en medio de tertulias de café, las zarzuelas, el auge del teatro musical o el arte dramático y en medio de las vanguardias y de una era de plata de la cultura española, como refleja Pío Baroja.
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