Los nombres de las calles de una ciudad no sólo ordenan y racionalizan el espacio urbano. También trazan unas coordenadas simbólicas que enmarcan los imaginarios colectivos y la vida ciudadana. En este artículo, el autor entiende el nomenclátor urbano como un complejo tapiz de memoria, hilvanado y remendado a lo largo de los últimos dos siglos por las élites ciudadanas. El conjunto de nombres de calles de una ciudad constituye un macrotexto peculiar, a través del cual se han difundido diversos discursos identitarios y distintas narrativas históricas.
El autor propone una metodología concreta para el estudio de los nomenclátores españoles y aplica sus principios teóricos y metodológicos al análisis discursivo de la toponimia de Barcelona y Madrid. Su objetivo es determinar las semejanzas y las diferencias de los relatos históricos e identitarios que laten bajo los mapas urbanos de ambas ciudades. En este sentido, el autor indaga también la influencia y la pervivencia en la toponimia actual de las políticas de memoria desarrolladas a lo largo de los últimos 150 años.
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