El espectacular desarrollo de la figura del legatus como embajador internacional en la vida política republicana a partir de la Segunda Guerra Púnica, favoreció la elección de algunos legati como protagonistas de ciertos episodios de ejemplaridad destinados a exaltar una determinada conducta de los hombres políticos romanos en el ámbito de la diplomacia. Dicha ejemplaridad se difundió por una doble vía: por un lado, a través de la erección de estatuas honoríficas en el Foro y, por otro, concediendo el protagonismo de célebres exempla de la literatura y la historiografía clásicas a algunos famosos embajadores y sus no menos famosas legationes.
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