El artículo argumenta que la histórica decisión mundial de intervenir en la crisis geopolítica que estaba convulsionando Grecia en el invierno del 201/200 a.C. tuvo varios elementos determinantes, sobre los que destacó una cultura greco-romana que, en general, observaba la intervención del más fuerte a favor del «injustamente tratado» como una buena acción, como un signo no tanto de poder como de virtud.
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