En los últimos treinta años hemos sido testigos de un proceso de profundización de la integración económica, o globalización, yendo hacia un mundo en que la producción, el mercado y la inversión no conocen fronteras. De completarse el proceso y cuando lo haga, la economía mundial funcionará como la economía de un solo país, con libre circulación de productos y factores productivos. En este punto deberíamos haber completado instituciones globales, como un gobierno mundial, un sistema impositivo global ( además de local) y un gasto público mundial que redistribuyan los recursos a escala mundial y gestionen los suministros para las necesidades públicas mundiales, un banco mundial central que gestione una moneda única mundial y que funcione como prestamista de último recurso, agencias públicas que financien y promuevan el desarrollo económico regional, autoridades públicas que se ocupen de la libre competencia o del medio ambiente, y otras instituciones de gobierno global. La actual globalización es notable no sólo por su rápido desarrollo sino también - para bien o para mal- por ser incompleta. Todavía existen importantes obstáculos a la libre circulación de mercancías y de factores productivos, incontables bloques de mercado, muchas monedas distintas, ayuda unilateral, las instituciones de gobierno global faltan, o son rudimentarias e ineficaces. Este estado de cosas reduce los beneficios netos obtenidos por la globalización y falla en una distribución justa de los costes y beneficios entre los distintos países y grupos, justificando en algunos casos la amplia oposición a la globalización que existe en la actualidad. El desarrollo de nuevas y más fuertes instituciones de gobierno global pueden ser contempladas, o no, como deseables pero son necesarias para que continúen y se desarrollen las tendencias hacia la globalización.
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