La causa del hambre es la existencia de una distribución muy asimétrica del poder y de las capacidades de decisión. Combatir el hambre es un asunto económico, que requiere que funcionen unos mecanismos de asignación y provisión que garanticen una producción suficiente y una distribución efectiva. Es necesario que desde las instancias políticas se propicien reequilibrios de poder, reconociendo el derecho a la alimentación como un derecho plenamente exigible. Tal avance sólo será posible si se consigue superar la actual lógica comercial y financiera que es injusta e insostenible.
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