Bien se sabe que el alemán Carl Schmitt interpretó la posición del soberano en términos teológico-políticos: como el príncipe medieval cristiano cuya función consistía en prevenir y deferir el fin. Apuntalando las cercanías entre Schmitt y su mentor intelectual Thomas Hobbes, puede verse que en últimas la posición del decisor soberano es aquí la de quien intenta administrar o controlar el riesgo de la ocurrencia de eventos catastróficos en el futuro. Se argumenta en este ensayo que dicha forma de relacionarse con la temporalidad y el infinito �apocalíptica, autoritativa, y catastrofista� caracteriza tanto a la estética como a la economía y la política de autoridad que predominan en nuestra época. Se trata de un inesperado retorno de lo religioso en el corazón mismo de la modernidad, que anima la radicalización decisionista de los discursos político y económico, y sus presentaciones en la cultura popular tras la introducción de la guerra en el centro de la promesa moderna del progreso.
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