El muro de Berlín fue mucho más que una frontera geográfica. A uno y otro lado se consolidaron dos modos de entender la política, la cultura, las ideologías, la humanidad misma. El 9 de noviembre de 1989, cuando se derrumbó de forma pacífica, el este europeo tuvo que reinventarse y occidente descubrió que no todo era un gulag al otro lado del telón de acero. Las ruinas del muro forman hoy una cicatriz que tiene algo de símbolo: es la herida que han dejado en la historia los principales totalitarismos del siglo XX.
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