Con la descripción del genoma humano se ha abierto una nueva manera de estudiar y entender los fenómenos fisiopatológicos. El siglo XX nos permitió conocer multitud de componentes de la célula de modo individual. Sin embargo, el siglo XXI se inicia con un análisis global de los componentes celulares. Gracias al desarrollo de diversas tecnologías, como los chips de ADN, o la electroforesis bidimensional, entre otros, ahora puede estudiarse la expresión de miles de genes, o de las proteínas que codifican, en pocas horas.
Además, la genómica ha dado paso a la proteómica. La mera enumeración de los genes no informa de las funciones celulares, pues ninguna célula los expresa todos simultáneamente, sino que, dependiendo del tipo celular y de los estímulos que reciba, expresará una parte variable de su genoma. El resultado será el proteoma, es decir, un conjunto de proteínas que sí son las responsables de las funciones celulares en cada momento, y que es el objeto de estudio de la proteómica.
En proteómica cardiovascular ha comenzado a describirse el proteoma de las células cardíacas y algunas proteínas nuevas, no identificadas previamente, que están alteradas en distintas miocardiopatías. Estas proteínas están implicadas en la producción de energía, en respuesta al estrés, o pertenecen al proteasoma o al citoesqueleto y pueden ser potenciales marcadores de riesgo y constituir nuevas dianas terapeúticas en el futuro. La quimiogenómica aparece como una reciente metodología que posibilita generar nuevos fármacos a partir de los datos genómicos y proteómicos.
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