En su intento de proteger los intereses espirituales de la Iglesia, Agustín evitó al principio de su ministerio la intervención del Estado; sin embargo, al aumentar con el paso del tiempo su preocupación por la coerción, pedirá con frecuencia la intervención del brazo secular, con un resultado benéfico para ambos. El artículo evalúa y replantea las circunstancias concretas de este cambio de actitud, y cómo éstas incidieron en el desarrollo del pensamiento del obispo de Hipona en lo concerniente a la coerción religiosa; se pregunta si la explicación propuesta basta para clarificar esta parte tan enigmática de la vida de Agustín.
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