El menorquín de la era talayótica era un buen cazador. Se alimentaba de ciervos, jabalís e incluso de focas. Era también un buen guerrero, y llegó a saber trabajar el bronce y el hierro. De toda esta época han sobrevivido unos sepulcros megalíticos que nos hablan del esplendor de un periodo que terminó con la llegada de Roma, el año 123 A. De C.
© 2001-2024 Fundación Dialnet · Todos los derechos reservados