Tras la caída del régimen comunista, los fieles de la nueva Rusia buscan en la religión un nexo de unión con su pasado y su historia. La Iglesia ortodoxa rusa, resurgida tras 75 años de ostracismo, gana adeptos a medida que recupera su influencia y su poder. La nueva coyuntura política y el buen entendimiento con el Kremlin han vuelto a estrechar las relaciones entre Iglesia y Estado.
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