Una mirada antropológica y evolutiva a la medicina y a la religión muestra que ambas constituyen un inicial compendio, del que pronto derivan el poder y el Derecho. Sólo asumiendo esa compacta síntesis, se puede comprender el posterior desarrollo, desde la noche oscura de los tiempos, hasta nuestros días. La inteligencia racional caracteriza al hombre, pero ésta no aparece ya madura en un determinado instante evolutivo, sino que va instaurando muy lentamente, sin que haya finalizado esa dinámica, ni podamos dar por alcanzada su máxima expectativa. El futuro formará parte de ese proceso, como lo ha hecho el pasado y lo hace el presente. La genética, la adaptación al medio y la evolución, y también el azar, seguirán marcando sus pautas y matizando el progreso de nuestra especie, que podrá ser cada vez más reflexiva, más inteligente y, con mucha e incierta suerte, más ética y solidaria. La primitiva madurez mental produjo incertidumbre, lo que generó el mito, éste dio lugar a la religión y a la medicina, quienes posibilitaron el poder, que pronto necesitó del Derecho. Son la esencia de nuestra filosofía y están en la base de nuestro desarrollo social.
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