A mediados de los años cincuenta del siglo XX el historiador Jacob Presser introdujo una nueva palabra: egodocumento, término que venía a significar las autobiografías, memorias, diarios, cartas personales y otros textos en los cuales el autor escribe, explícitamente acerca de sí mismo, de sus propios asuntos y sus sentimentos. La palabra fue rápidamente al holandés, pero el momento no fue el más oportuno. Los colegas de Presser fueron más reticentes que nunca a utilizar tales textos. Desde los años ochenta, la nueva historia cultural ha vuelto a los egodocumentos. Los egodocumentos siempre han sido populares entre los lectores, lo que explica la paradoja del diario de Ana Frank, ampliamente leído, pero hasta hace poco tiempo, escasamente estudiado.
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