Pocas personas en esta sociedad problemática reconocerían de buen grado que necesitan ayuda. Cuando se nos estropea un grifo llamamos con naturalidad al fontanero y sin embargo ante cualquier problema psicológico o de comportamiento, el común de las personas reacciona con la estrategia del avestruz, poniendo a salvo su cabeza por muy deteriorado que esté su interior. Las maneras indirectas de encarrilar lo descarrilado han demostrado en muchas ocasiones sus virtudes, y la música, entre otros muchos efectos, tiene unas cualidades reparadoras indudables que pueden resultar muy provechosa como terapia a la hora de integrar en la sociedad a algunos colectivos que son excluidos de ella, como los jóvenes con ciertas problemáticas, si bien es cierto que el estar perfectamente integrado en una sociedad tan enferma como la nuestra no deja de ser el síntoma de una salud discutible. El autor nos aproxima a su experiencia como monitor en un taller musical, aproximándonos a unas disciplinas que no sólo sirven para la integración de algunos sino para un mejor aprendizaje y una mayor felicidad de todos.
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