La tradicional práctica de la plantación de árboles festivos (mayos) en honor de los jóvenes sacerdotes que retornan a su pueblo natal para ofrecer a los vecinos el oficio de su primera misa solemne, activa en el conjunto de la comunidad de pertenencia un complejo dispositivo ritual en el que los diferentes actores sociales escenifican diversas representaciones del ethos colectivo, estrechamente relacionadas con la lógica societaria de su complejo doméstico comunitario y su correspondiente sistema simbólico-ideacional. Identidades grupales, comensalismo festivo, ritos de paso, ideas y creencias, tramas de sociabilidad familiar, amical y vecinal, interactúan en el marco de una ceremonia que nos propone un modelo ideal de sujeto-varón, de adscripción religiosa y de buena vecindad.
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