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Nuevas perspectivas para un futuro viable: los Objetivos de Desarrollo del Milenio

  • Autores: José Antonio Caride Gómez
  • Localización: Revista de educación, ISSN 0034-8082, Nº Extra 1, 2009 (Ejemplar dedicado a: Educar para el desarrollo sostenible), págs. 77-98
  • Idioma: español
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  • Resumen
    • español

      La Declaración del Milenio, aprobada el 8 de septiembre de 2000 por los 189 Estados Miembros asistentes a la Cumbre del Milenio, convocada por las Naciones Unidas en su sede de Nueva York, concretaría una parte estimable de sus propuestas en la redacción de los ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) que deberán ser alcanzados �con un total de 18 Metas y cerca de 50 indicadores� en el horizonte temporal del año 2015. Ninguno de estos objetivos, como reconocieron sus promotores, era nuevo. Prácticamente todos ellos tenían su origen en las Conferencias Mundiales celebradas en los años noventa del pasado siglo, así como en las Declaraciones, Resoluciones o Pactos formalizados a partir de los años centrales del siglo XX, en congruencia con la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) y su afán por habilitar escenarios más proclives a la equidad, la justicia o la dignidad de todas las personas, sean cuales sean las circunstancias individuales o colectivas que en ellas concurran. Con estos propósitos, los Objetivos declaran, cuando menos, una doble intencionalidad: de un lado, la voluntad de avanzar en una acción más concertada a favor del desarrollo y del bienestar mundial, coordinando las actuaciones de cada país y las de los Organismos internacionales en tareas que muestren su compromiso con los sectores más pobres de la Tierra, en diálogo con la ciudadanía; de otro, dotando a estas entidades y, en general, a las personas interesadas, de criterios, procedimientos e indicadores con los que evaluar las políticas que se adopten en cada contexto. Un empeño complicado, en el que ya hay signos visibles de incumplimiento y fatiga institucional, activados por la profunda crisis financiera �y moral� que sacude al Planeta. Una crisis ante la que Naciones Unidas y la sociedad civil siguen reclamando que se asuman las responsabilidades contraídas en los ODM. La imagen de cualquier desarrollo deseable y sustentable así lo requiere: no sólo en los discursos, también y sobre todo en sus consecuencias prácticas.

    • English

      The Millennium Declaration was adopted at United Nations Headquarters in New York from 6 to 8 September 2000 by all 189 Member States gathered in the Assembly. In this meeting, the drafting of the eight Millennium Development Goals (MDG) revealed a valuable part of UN proposals which should be achieved before 2015, including 18 goals and nearly 50 indicators. As was recognized by the drivers, none of these objectives was new. Almost all of them had their origin in World Conferences realized in the nineties of the twentieth century, as well as Declarations, Resolutions or Treaties established from the middle years of the twentieth century. Also, according to the Universal Declaration of Human Rights (1948), along with his desire to promote more scenarios to equity, justice and dignity for everybody, whatever their individual or collective circumstances. For that, the Goals express at least a double purpose. On the one hand, the intention to move into a more concerted action to promote global development and world welfare. This task will be accomplished through the coordination of the actions taken by each country and international organizations, talking with citizens in tasks that show their commitment to the poorest on Earth. And on the other, the need to provide criteria, procedures and indicators for these institutions and persons concerned in order to evaluate the policies adopted in each context. This is a complicated exercise, which already shows signs of failure and institutional fatigue due to the deep financial and moral crisis that hits the planet. Facing this crisis, United Nations and civil society continue to demand the assumption of the responsibilities established in the MDG. The image of any desirable and sustainable development requires of these regards not only in speeches, but also, and especially, in its practical consequences.


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