Este artículo sostiene que la democracia presidencialista argentina de baja institucionalización otorga ventajas al peronismo en tanto el liderazgo estructura esta fuerza como organización política. La imbricación entre presidente de la nación y jefe partidario (formal o informal) y la particular morfología peronista, capaz de combinar diferentes modelos de partidos, favorece el ejercicio concentrado del poder permitiendo, que el peronismo emerja con mil caras en la escena nacional (del neoliberalismo al populismo económico), siendo esas caras las de sus liderazgos.
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