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Beyond duplicity and ignorance in global fisheries

  • Autores: Daniel Pauly
  • Localización: Scientia Marina, ISSN 0214-8358, Vol. 73, Nº. 2, 2009, págs. 215-224
  • Idioma: inglés
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  • Resumen
    • Las tres décadas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial fueron un período de rápido incremento en el esfuerzo y la captura pesquera, pero también de colapsos espectaculares, principalmente de los estocs de peces pelágicos pequeños. Durante este periodo también apareció un "trío tóxico", según el cual, declarar capturas inferiores a las reales, ignorar las sugerencias de la comunidad científica y culpabilizar al medio ambiente constituyeron la respuesta usual a los continuos colapsos pesqueros que, por ello, se volvieron más frecuentes, y acabaron por abarcar las principales pesquerías del Atlántico Norte. La respuesta a la disminución de los caladeros de pesca tradicionales fue una expansión de las pesquerías del Atlántico Norte (y del Hemisferio Norte en general) en tres dimensiones: hacia el sur, hacia aguas más profundas y a nuevos organismos, o sea, capturando y vendiendo especies de peces e invertebrados que antes se desechaban, y que generalmente pertenecen a niveles inferiores de la red trófica. Esta expansión ofreció muchas oportunidades para realizar disparates, como los "acuerdos" negociados por la Unión Europea para acceder a los recursos pesqueros del Noroeste de África, el acuerdo-cuota que permitía a China explotar la misma región, y el que Japón culpara a las ballenas por la resultante disminución de los recursos. Además esta expansión ofreció nuevas oportunidades para etiquetar mal a las especies poco conocidas por los norteamericanos o europeos, y engañar a los consumidores, reduciendo así el impacto de las guías de consumo de pescados y otros esfuerzos similares dirigidos hacia la sostenibilidad. Con las capturas pesqueras disminuyendo, la acuicultura - a pesar de todos los esfuerzos de relaciones públicas - siendo incapaz de compensar la pérdida, y el rápido incremento de los precios de combustibles, deben esperarse cambios tanto en la industria pesquera como en las disciplinas científicas que la estudian, e influyen en su gestión.

      En particular, la biología pesquera, ahora preocupada predominantemente por el bienestar de la industria pesquera, tendrá que convertirse a la ciencia de la conservación de las pesquerías, cuyo objetivo será el de resolver el "trío tóxico" mencionado anteriormente, y así mantener la biodiversidad marina y de los ecosistemas que proveen servicios esenciales a las pesquerías.

      De manera similar, los economistas pesqueros deberán superar su obsesión por la privatización de los recursos pesqueros, dado que su objetivo declarado de proveer a los pescadores con incentivos adecuados puede ser logrado sin regalar lo que son, después de todo, recursos públicos. En términos generales, la crisis por la que están atravesando las pesquerías puede considerarse como una oportunidad para renovar su estructura - alejándose de las pesquerías a gran escala y con uso intensivo de combustible - y gestión, y renovar las disciplinas que estudian a las pesquerías, creando durante ese proceso una ciencia de conservación pesquera. Su mayor logro será la creación de una red mundial de Áreas Naturales Protegidas, lo cual, como lo anticipara Ramón Margalef, es la manera de establecer una explotación controlada, compatible con la existencia duradera del funcionamiento de los ecosistemas marinos.


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