El periodo convulso en el que se encuentra el sistema económico en la actualidad responde a una serie de grandes fracturas que aquejan al capitalismo y que son consustanciales al propio sistema. Estas fracturas tienen que ver con la forma dominante de producir, con la energía que se utiliza y la sobreproducción de residuos, con la distancia existente entre economía financiera y productiva, con las desigualdades que provoca el actual régimen de comercio internacional, con las transformaciones sociales y su falta de adecuación al sistema productivo y con la conversión de la política en un espacio más de negocio, olvidando su carácter de ámbito de poder representativo de los derechos de los ciudadanos.
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