Este artículo es un estudio empírico que trata de la relación entre la tecnología y la escasez de los recursos naturales. Las mejoras tecnológicas son generalmente consideradas como el principal factor que hace posible superar las restricciones impuestas por la oferta limitada de recursos no renovables por la naturaleza. Así, el cambio tecnológico es considerado como la razón por la que el resultado del modelo teórico de Hotelling sobre los recursos no renovables -el precio del recurso neto de los costes marginales de extracción debe aumentar exponencialmente a medida que el tiempo transcurre- no se cumple en la práctica. Slade trató de armonizar el modelo de Hotelling con los resultados empíricos de índices de escasez de los recursos no renovables decrecientes mediante un modelo de precios relativos con cambio tecnológico exógeno y cambio endógeno de la riqueza de los depósitos explotados. Slade asume que estas dos fuerzas determinan la tendencia a largo plazo de los precios relativos, que esta autora concluye que tiene la forma de una "U" en once de los doce casos de recursos no renovables que examina en los EE.UU. Esta tendencia en forma de "U" es interpretada por Slade como un indicador de que los efectos de la creciente escasez física de los recursos había empezado ya a superar los efectos del cambio tecnológico. En lugar de asumir -como hace Slade- que el efecto neto del progreso tecnológico y el agotamiento de los recursos está implícito en una tendencia cuadrática, en este artículo estimamos explícitamente, usando un enfoque de cointegración, los efectos de estos dos factores sobre la escasez del cobre -medida por su precio real- en los EE.UU. Para ello, usamos en concreto el procedimiento de máxima verosimilitud de Johansen. En nuestro modelo, las tecnologías que reducen los costes son representadas por sus tasas de difusión, utilizadas como variables proxy, y el agotamiento del recurso es representado por su rendimiento medio (medido como el porcentaje que el peso del cobre extraído representa sobre el peso de las vetas trabajadas), utilizada también como una variable proxy. Nuestros resultados indican que existe una única relación de cointegración, y que esta relación se carga en la ecuación del precio. Esta relación no tiene tendencia, lo que sugiere que el precio del cobre no tiene un componente de renta de escasez. Los resultados apuntan a que la difusión de las tecnologías de block-caving y explotación a cielo abierto, introducidas por primera vez en 1904, compensaron los efectos en el precio de un rendimiento medio decreciente hasta el final de los años treinta. Desde 1976, el efecto combinado de las tecnologías de leaching y SX-EW y un ligero aumento en el rendimiento medio han tenido un efecto marcadamente negativo en el precio del cobre. En la medida en que este artículo supone el primer ejemplo del que tenemos noticia en el que los efectos de la tecnología sobre la escasez de los recursos se modelan explícitamente, en lugar de asumirlos implícitos en una tendencia, se trata de una contribución de gran relevancia que abre una nueva vía a los estudios empíricos en esta área. Igualmente relevante es que se contradicen los resultados de Slade, que habían permanecido indiscutidos desde el principio de los años ochenta
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