En el año 1933 (mayo-agosto) trabajé en Córdoba (República Argentina) con el ficólogo y catedrático de Botánica de la Facultad de Ciencias Naturales de aquella Universidad Nacional, doctor Hans Seckt, cuyo profesor me ayudó con sus consejos científicos, me acompañó en alguna excursión breve por los alrededores de la ciudad y puso a mi disposición, además del Laboratorio de Botánica, su biblioteca particular.
Tanto este señor como su ayudante, el doctor Sayago, me dieron innumerables pruebas de cariño a España, por lo cual les expreso desde aquí mi sincero agradecimiento.
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