La crisis en la que estamos inmersos es de una crudeza y velocidad imprevistas, afecta a todo el planeta y está quebrantando el nivel de bienestar alcanzado después de un largo período de prosperidad. Nos ha recordado que los ciclos siempre existen y que los excesos de la economía de mercado terminan por pagarse. La crisis es global, tuvo sus orígenes en la economía real y la crisis financiera fue su detonante. España muestra rasgos diferenciales con los países de nuestro entorno que agravan la situación y deberá acometer en paralelo políticas a corto plazo y profundas reformas estructurales de su modelo productivo. También será necesario un cambio en las actitudes, recuperando la sociedad los valores que siempre deben presidirla.
Sin duda alguna la peor y más dramática cara de la crisis española es el desempleo.
La salida de la crisis depende, en buena medida, del entorno internacional y del acierto de las medidas, entre ellas lograr una acción concertada de los agentes sociales y económicos.
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