Actualmente, la construcción, y dentro de ella la creación de infraestructuras, se ha convertido en la actividad humana que mejor define el grado de desarrollo de un país. En el caso de España constituye, desde finales de los 80, el principal motor de su economía. A simple vista se puede observar que el bienestar de nuestra sociedad se apoya en el crecimiento global continuo de las ciudades fomentando todas las infraestructuras necesarias para su interconexión y mantenimiento, como son: los puertos, los aeropuertos, las grandes obras hidráulicas y todas las redes de comunicación viarias, desde carreteras hasta las más modernas líneas ferroviarias de Alta Velocidad. Este desarrollo se fundamenta sobre algo tan normal a nuestra vista como desconocido para la inmensa mayoría de la sociedad, en el recurso geológico-minero de los áridos
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