En pocos años, España transitó de ser un receptor neto de capital extranjero a ser un importante inversor internacional. Las empresas españolas fueron capaces de poner en marcha planes exitosos de proyección y conquista de los mercados internacionales, dando lugar, en algunos casos, a marcas globales. Al tiempo, se ha mantenido, aunque aminorado, el papel de España como receptora de inversiones internacionales. El flujo, en este caso, ha tenido que variar en su dimensión y contenido, de acuerdo con la propia transformación de la economía española. El presente artículo analiza este doble flujo inversor, con especial atención a su evolución a lo largo de 2008.
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