Estamos en Down, lugar de Kent (Reino Unido), en casa de Charles Robert Darwin. Nuestro hombre se sienta en un curioso sillón con ruedas, algo extraño y como recompuesto. Me dice que es de su invención y lo usa para moverse con mayor facilidad por la sala, sin necesidad de tenerse que levantar y quitar el tablero sobrepuesto en el que suele escribir. En la habitación vecina, su esposa Emma toca el piano
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