Hoy en día, existe un incremento significativo de las motivaciones sociales, políticas, económicas, ornamentales y medioambientales para la reducción del impacto ambiental y del uso de los biocidas-plaguicidas en la protección de la vegetación de los espacios verdes urbanos. La preocupación de la sociedad por el uso de productos químicos, así como la presión contra las aplicaciones aéreas y/o terrestres de fitosanitarios son cada vez aspectos más a tener en cuenta.
Además, el aumento en el número y en el tipo de resistencias a materias activas para el control de ciertas plagas y enfermedades; al registro cada vez menor y más caro de las nuevas materias activas para el control de las patologías (alrededor de 250 millones de euros para el registro de una materia activa); la pérdida de las materias activas existentes por motivos de registro, entre otras, seguirá empujando a los órganos de gestión de los Espacios Verdes para buscar alternativas sin utilización de productos químicos.
El Control Integral de Patologías (CIP o Integrated Pest Management - IPM) requiere una combinación a corto y largo plazo de las estrategias de gestión para maximizar el beneficio neto y reducir al mínimo los riesgos de efectos ambientales indeseables de ciertas actuaciones. La aplicación de varias tácticas de control reduce al mínimo la posibilidad de que las patologías se adaptarán a una táctica. Además, permite a los gestores de los Espacios Verdes a elegir aquella táctica más ecológicamente racional y eficaz, así como el programa de manejo de patologías más eficiente para cada situación, tanto técnica como económicamente. En el Plan de Actuación que se necesita en todo CIP, se detalla información que puede ayudar a los gestores a reducir su dependencia de los fitosanitarios y aprovechar las alternativas, las cuales pueden ser menos costosas, menos perjudiciales para el hombre y el medio ambiente, y a la vez más aceptables para nuestra sociedad.
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