Existen en las diferentes lenguas del mundo elementos que parecen ser insensibles al paso del tiempo; los nombres de las personas, los nombres de los lugares, las estructuras sintácticas básicas, o los sistemas fonológicos son buenos ejemplos de fenómenos lingüísticos que tienden a permanecer estables con el transcurrir de los siglos. Además, cuando alguno de estos constituyentes de la lengua cambia, su evolución suele ser el resultado de un proceso de transformación gradual y no de una mutación rápida o inesperada. Por el contrario, existen otros niveles del lenguaje que se caracterizan por su fuerte dinamismo: nos referimos a los niveles léxico y semántico.
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