Como fenómeno propio de los fines del siglo XX en muchas de las grandes ciudades argentinas asistimos a un renacer del arte del cuentacuentos. El cuentacuentos de hoy es un performer que se coloca en la encrucijada de otras artes, atrayendo a una audiencia que no suele concurrir a salas teatrales. Solo en el escenario cuenta sus historias dirigiéndose directamente al público, y si bien puede interpretar uno o varios personajes, su principal misión es la de narrar en nombre propio. Al cruzar la barrera de lo espontáneo a lo profesional, y de lo íntimo a lo público el cuentacuentos obtiene su legitimación como tal a través de la enseñanza, la animación cultural, los escenarios y la acción comunitaria. De manera tal ha ido conformando un espacio cultural y social específico dentro del campo cultural argentino que es objeto de nuestra reflexión.
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