José Cándido Paz-Ares Rodríguez
Dos recientes sentencias de la Sala Tercera han dado una nueva vuelta de rosca al rigor que viene caracterizando la jurisprudencia de los últimos años en materia de retribución de administradores. El autor conjetura que esta vez el Tribunal Supremo puede haber demasiado lejos. En su opinión -y éste es el nervio de la crítica que desarrolla-, la nueva doctrina acaba por confrontar a los operadores con exigencias prácticamente imposibles de cumplir.
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