Durante la restauración del retablo de San Isidro, realizado por Martín de Larrea en 1693 para la Iglesia Parroquial de la Asunción de Samaniego, al retirar la imagen de San José situado en el remate, quedaron a la vista en el fondo de la tabla de su hornacina una serie de colores y formas que se traslucían a la superficie. Estos indicios nos ponían sobre aviso de la posible existencia de una tabla policromada de mayor antigüedad, bajo el dorado del siglo XVIII.
Unas catas realizadas en ese momento nos confirmó que así era, ya que apareció un rostro de líneas claramente góticas, además de la existencia de más restos de color en otros puntos de la tabla.
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